viernes, 28 de noviembre de 2014

CIELO

No conoces éste cielo.
Nunca lo viste bostezar mientras sus fauces se abren para dejar entrar el sol de la mañana.Y tampoco lo has visto cuando la lluvia arrecia sin medida, entre intermitentes y luminosos rayos, encendiendo una luz cuando se torna oscuro y gris.
Ni has llegado a mirar el atardecer achicando fuerte los ojos para alcanzar ver más allá y prolongar así la belleza del sol cayendo.
No conoces éste cielo cuando, calado hasta los huesos en las húmedas noches, deseas permanecer observando la luna; ésta luna diferente a todas las que hayas podido contemplar porque la brisa la salpica de mar. No conoces este cielo, es diferente a todos, sus grandes ojos te miran desde lo alto y, mientras parpadean, se llevan consigo el dolor de quién lo mira enganchado en sus pestañas. No conoces éste cielo que, hace brazos con nubes de color azul, rojo, naranja o amarillo y te rodea y abraza hasta dejarte sin aliento.
No conoces éste cielo que, escribe versos en el viento con lápices de arcoíris sujetos a los extremos de la tierra y hace que las emociones se tornen añil o violetas. Siempre haciendo más bonita la vida.

No conoces éste cielo, no lo conoces. Te acercaste y de puntillas te asomaste para ver cómo era, para ver si existían nubes transparentes que te dejasen ver más allá. Para saber si podías sentir la luz que lo ilumina en tu rostro y saciarte de ella.
No conoces éste cielo, si lo conocieras de verdad tendrías que saltar el muro que de él te separa y, quedarte bajo su inmensidad para siempre.
No conoces éste cielo.

domingo, 23 de noviembre de 2014

FORMOL

Sé a qué huele el formol.

Llevo un rato mirando el frasco, jugueteando con él entre las manos, como si se tratase de un objeto sin importancia, sin valor, sin vida.
El transparente líquido inducido por el rítmico vaivén que han tomado mis dedos, se mueve de un lado a otro dentro de las paredes de su pequeña prisión, provocando olas que se deslizan como un millón de lágrimas contenidas.

Sé a qué huele el formol.

No es la primera vez que sin el sonido de sus sirenas, las ambulancias corren ante mis ojos asustados, viendo marchar otra parte de mi cuerpo, ésta vez  lo capturaron en un frasco.
Puedo llorar de nuevo otra pérdida, sin conocer muy bien el sentido de todo esto, sin comprender el por qué de tanto desgarro.

Sé a qué huele el formol.

Ese pedacito de mí también soy yo, lleva mis células y con ellas cientos de emociones que se condensan en un trozo de carne.
Sigo observándolo y empiezo a asustarme cuando intuyo, entre su sanguinolento estado, mi rostro compungido, la cara de una niña asustada que se siente pérdida, sola y abandonada en esa cárcel de cristal, dejándose llevar, arrastrada por el trasparente líquido volátil e inflamable…

Sé a qué huele el formol.

Olor penetrante y tóxico. Quizá por eso no sea capaz de dejar de llorar, quizá sea por los gases que emanan de esta sustancia, quizá sea por el cansancio de luchar contra algo invisible, transparente…
Cierra los ojos, creo que se ha dormido, lleva demasiadas horas ahí dentro. La dejaré descansar, no sabe cuál es su destino, no sabe hacia dónde se dirige su camino. ¿Ves? Somos la misma persona.
Reposa sin temor, mi niña, pronto habrá terminado todo. Tú desaparecerás, y quizá yo pueda aliviar de una vez éste dolor.

Sé a qué huele el formol.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

RENACER

Estoy cansada.
He escrito ya tanto sobre ti, sobre tu escaso e imaginado amor, sobre tu desamor, tu frialdad, tu…sobre ti en mí. Ocupas tres cuartas partes de mis escritos, de todos los que he llegado a realizar en mi vida, y no has ocupado ni una milésima parte de los días que llevo vividos. Pero ahí estás apoderándote de mi espacio, de cada hueco que queda libre después de mi día a día, de lo cotidiano, de todas esas cosas que soy yo…ahí estás tú. Permaneces aunque insisto en desplazarte, en echarte por la borda de mi corazón, aun así, sigo escribiendo cartas que se perderán en el viento, cartas que nunca serán enviadas, que jamás serán sentidas ni leídas. Tan solo un rumor en mi corazón repetirá como un eco desorientado cada palabra escrita para ti.

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Mañana será otro día y tú ya no estarás ahí, ni allí.
Tampoco aquí.
Por fin vas a desaparecer.
Verás,
ya estoy cansada.

HE DEJADO DE ABRIR TUS CARTAS

He dejado tus manos en un lugar donde ya no podrán volver a tocarme.
He dejado tus ojos escondidos detrás de una tapia, tan alta que ni el cielo puede asomarse.
He dejado tus orejas colgadas de un panal, para que solo oigas de las abejas el zumbido.
He dejado tus pies en la orilla del mar, para que con la marea se deshagan.
He dejado tu nariz sobre una rosa, en equilibrio, entre espinas y aromas.
He dejado tus brazos colgados de una farola, allí quizá sean capaces de dar abrazos.
He dejado todo tu cuerpo a merced del viento, él sabrá qué hacer con tus restos

Pero...
He dejado tus labios guardados en una caja, bajo llave, para que no puedan mentir nunca más, tan siquiera en una carta.

LA PRIMERA VEZ

Los momentos mágicos quedan en nuestras pupilas, se tatúan en ellas y cuando miras en la profundidad de los ojos puedes volver a vivirlos igual que aquella primera vez.

¿Cuántas primeras veces hay en una vida?

La tengo, tengo esa primera vez, aquella en la que me miraste de una forma diferente, aquella en la que tus ojos escribían palabras recorriendo mi figura, depositando un punto y seguido en cada pliegue, en cada rincón que se abría como una flor en primavera ante el candente sol. Tengo esa primera vez guardada detrás de mis parpados, esperando que vuelvas a mirarme a los ojos, para que puedan revivir aunque sea durante un parpadeo, lo que una vez sintieron como una eternidad.

¿JUGAMOS?

Pienso en las veces que me has amado, en los volcanes incendiados, en cada cielo desarmado al amanecer, en aquellas palabras que se encontraban furtivas al despuntar del día.
No te dejaré, no te fallaré, y pusiste en marcha la grabadora para que no se alejaran de mí jamás esas promesas, las que ahora arranco de mi piel como un pegamento corrosivo y tóxico.

Sé que me amas, que me deseas, aunque el paso del tiempo intente extinguir mi recuerdo en ti...

Nunca lo pretendí pero nuestro amor se convirtió en un castigo. Jugamos los dados del destino y nunca nos favoreció el azar, nunca jugamos para ganar, qué ironía esto del amor y el juego, siempre fuimos perdedores.

En tu soledad búscame y allí estaré, rompiendo tus esquemas, volteando cada pensamiento que intentes llevar fuera de mi alcance, no lo conseguirás, mi imagen te perseguirá y el recuerdo de cada palabra, de cada momento enamorado de la noche, te dará alcance; y mi imagen te besará y te atrapará en un perenne abrazo, estrangulando tu razón, llevándote a la locura.

Te susurraré… no te fallaré, siempre te querré.

Mírame, hombre enamorado ¿acaso crees que he dejado de amarte?

Tira los dados.

BESARTE

Pensé en cómo sería besarte, en qué extraordinaria locura haría estremecer mis sentidos ante la unión de nuestros labios.
Igual que en la conjunción de dos planetas, la gravedad dejaría de existir en mi corazón migrando éste más allá de mi cuerpo, formando parte así del universo un astro de color rojo alineado entre estrellas, con volcanes en erupción, lavas ardientes fluyendo al tímido pero apasionado roce de tu boca.
Y al abrir los ojos el cielo estaría allí, en ellos, esperándote, para que pudieras entrar con besos infinitos, reflejando la luz de aquellos colores que el sol no absorbe, los reales, los que son de verdad.
Pensé en cómo sería besarte y me olvidé de todo lo demás.


miércoles, 12 de noviembre de 2014

MÁS ALLÁ DEL VIENTO

La lluvia de aquella noche tan solo era el adelanto de las lágrimas que, más tarde transcurrirían como arterías frenéticas por las calles de la ciudad. Un dilatado pulso de luces iluminaba la urbe, el invierno había llegado y con él, el frío de su corazón, de su historia. La vida perdió aquella intensidad con la que él la vacunaba en las noches de verano, con sus frescos y adorables besos.

Mientras lo esperaba contemplaba el discurrir del agua en la acera, entre los surcos de los adoquines, huía de ella, provocando una angustia que le afectaba al respirar, con aquel insolente viento azotándole con descaro su rostro y cada partícula de sus pensamientos, los cuales se hallaban perdidos entre aquella tempestad, declarada de la misma manera que la intención que él trajo bajo su brazo, con crueldad.

Junto a aquél ventanal translucido, mientras él hablaba y vomitaba cada una de sus hirientes palabras, el rostro de ella se teñía del mismo color violáceo mortecino del neón tras el cristal. Iba inyectándole lentamente aquel gotero de dolor suspendido sobre sus cabezas, reflejando en sus ojos el suero letal que iba destruyendo poco a poco el mundo en el que ella había vivido hasta ahora, en el que él la había dibujado en las amantes noches, donde habían escrito infinitos poemas sobre sus cuerpos desnudos de razón.

La ponzoña hacía su efecto y poco a poco la ilusión, el amor y la esperanza perecieron bajo aquella gabardina transparente, entre cientos de luces de una ciudad ajena totalmente a la muerte de su amor.

Él nunca lo supo, se perdió en el mundo que había creado para sí mismo, aunque en realidad sabía que esa no era la auténtica vida ya que carecía de pasión, pues buscaba la cordura.







HOY

Ésta noche siento que puedo rasgar la piel de la oscuridad y ser libre para amarte, no hay nada ahí afuera que pueda entorpecer mis sentimientos por ti. Abriré la tapadera del mundo para sacarte del pozo de los deseos y entonces dejarás de ser un sueño, dejarás de ser la luna pintada sobre el fondo negro de mi corazón, el agua embravecida que mece los barcos en el mar de mi alma oceánica. Dejarás de ser todo eso que lucha por no encontrarse con lo inevitable, con mis ojos, con la mirada de quien ama más allá del viento, más allá de volcanes en erupción, donde la abrasadora lava no es más que todos mis sentimientos guardados en el cofre de la tierra, esperando ser liberados por el amor verdadero, ese al que tú temes que llegue tarde.
Estoy aquí.
Si realmente pudiera amarte…


domingo, 2 de noviembre de 2014

EN TU ORILLA

En este silencio encuentro los evocadores recuerdos de tus caricias ancladas en mi piel; delicados dedos que se deslizaban por ella y que mi cuerpo esperaba con ansia, como la herida a la sangre. Así lo hacías, así recorrías cada centímetro de mi piel, intentando penetrar en ella, traspasar los límites físicos, la lógica de la materia, para succionar el deseo y devorarlo entre delicados bocados de placer.
Me cogiste de la mano y me invitaste a subir en esa noria de besos infinitos, robándonos los labios entre susurros, con una erótica melodía de fondo, la que escriben dos cuerpos al unirse, al rozarse, al abandonarse al fin ante su inevitable destino.
Tu delicadeza rozando cada aliento que derramaba mi boca y atrapando en la orilla de mis labios la respiración que provocabas en mi interior, sobrecogía mi corazón, abrumado ante la sutileza de cada uno de tus actos, de tus movimientos que alteraban mi mundo racional, el que durante todos estos años pretendía alejarme de ti.



El tiempo nos observa y cae sobre nosotros intentando prevenirnos de  su implacable presencia, pero lo ignoramos y lo retamos con nuestras risas y cariño, pensando que nunca nos dará alcance, que nuestra condición de amantes nos exenta de su mano lacerante de sueños. Pero él permanece y nos mira sin piedad, esperando el momento oportuno para actuar y hacer tangible la distancia que nos separa.


Tengo constantes imágenes en mi cabeza. Fluyen sin parar intentando expresar lo sentido estos días. Ríos de emociones se agolpan en mis labios intentando escapar con el verbo y tatuarse así entre páginas en blanco donde perecer eternamente, convertirse en historia, en recuerdos perennes sujetos siempre al amor que nos procesamos en aquél solsticio de primavera.