sábado, 11 de julio de 2015

SI LA OSCURIDAD NOS MANTIENE SEPARADOS (PARTE I)



                                                                                              "I remember"  Damien Rice
                                                                                       * Imagen de la película "To the wonder"

Cerró el libro entre sus manos aún temblorosas por la excitación. No estaba segura de lo que acababa de leer. De si era posible que aquella novela que aún tenía sobre su regazo hubiera salido de la pluma de una persona totalmente ajena a ella. Un escalofrío recorrió su cuerpo, erizando el bello de su piel que pudo sentir bajo su fina bata de seda. Se quitó las gafas con una mano y se limpió las lágrimas que sus ojos habían derramado dulce y delicadamente.
Se encontraba aturdida y algo mareada, no sabía muy bien qué hacer. Ignorar todo aquello sería una buena idea y seguir con su tranquila vida como hasta ahora. O intentar averiguar quién, cómo, y por qué, había escrito una parte de ella misma con tanta claridad. Una parte de su vida que no compartió jamás con nadie.
Ni siquiera era capaz de recordar cuánto tiempo había pasado desde entonces. Pero sí era consciente de que había sido mucho; la piel de sus manos delataba el inexorable paso de los años. Las contemplaba a la vez
­­ que acariciaba la portada del libro, y leía una y otra vez con un hilo de voz el título que le había llamado la atención en la tienda. Una de las pocas librerías que quedaba aún abierta de aquellas que ella frecuentaba desde joven, y donde habitualmente se acercaba a comprar sus codiciados ejemplares en papel. El título rezaba: “Si la oscuridad nos mantiene separados”. Se levantó de su sillón de lectura. Era su lugar favorito de toda la casa; donde se podía pasar horas y horas leyendo ­­­­bajo los cálidos rayos de sol en invierno, o mecida por la suave brisa del verano junto a la ventana. Dejó el libro sobre la mesa con tanto cuidado como si pensara que pudiera romperse o desaparecer de un momento a otro, dejar de ser real, dejar de tener sentido; si es que de alguna forma todo lo que estaba ocurriendo podía tenerlo.
Se dirigió a la cocina. Decidió hacerse una taza de café para ver si despejaba un poco su mente, cuando se dio cuenta de que estaba tarareando una canción. Como si un resorte se hubiera activado en su interior, corrió al estudio y buscó entre sus discos. Allí estaba. De nuevo su cuerpo sintió una sacudida que alteró cada uno de sus órganos. Su mundo se estaba poniendo patas arriba. Comenzando desde lo más profundo, desde un lugar donde hacía tiempo no había dejado entrar a nadie más, su corazón.
Sus temblorosas manos colocaron con sumo cuidado el vinilo sobre el plato, tomó el brazo con la vieja aguja y la depositó delicadamente sobre aquella oscuridad de plástico. Comenzó a deslizarse entre pequeños y sutiles saltos, como olas negras entre aquellos surcos rellenos, hace años, de vida.
Quizá no era todo una coincidencia, quizá aquella historia había llegado a ella como una señal, es posible que le estuviera advirtiendo o avisando de algo. Siempre había creído en las señales, en la casualidad…
Tomó de nuevo el ejemplar entre sus manos porque no recordaba el nombre del autor. A veces compraba libros porque le gustaba su olor, la portada, o como en éste caso, el título. En muchas ocasiones no solía hacer caso de quién era el escritor. De ésta forma había descubierto auténticas maravillas, de personas totalmente desconocidas.
Curiosamente en la portada solo aparecía el título.  Tampoco se encontraba en el lomo, así que al mirar la contraportada, allí estaba, el nombre de la persona que ahora mismo había tomado posesión absoluta de su estómago, “Peter W”
"¿Peter W?" no conocía a nadie con ese nombre. En realidad no conocía personalmente a nadie con nombre y apellidos ingleses. Pero había algo que le resultaba tan familiar…qué extraño. "¿Quién sería esa persona?" No había referencias del autor y la portada era una fotografía de una bahía. Aunque era una de e esas imágenes difusas y retocadas que no dejaba distinguir nada con demasiada claridad. El mar de fondo, una especie de montaña a la derecha y lo que parecía una pequeña construcción de madera en primer plano. No había nada excesivamente llamativo para ella, excepto el título.

Con la taza entre las manos se dirigió a su biblioteca. Intentando encontrar entre sus libros, carpetas y apuntes (era un tanto desordenada, la verdad) alguna pista, algo que le llevase hasta ese nombre que no paraba de reproducirse en su cerebro una y otra vez. Mientras aquella canción sonaba de fondo, introduciéndose más en su interior.

Recordaba perfectamente aquél suceso de su vida, no lo olvidaría jamás, pero ¿cómo había llegado a plasmarse de una manera tan fidedigna en un libro sin ella saberlo? Habían pasado tantos años que no era capaz de recordar las amistades que tenía entonces. Su cabeza hacía tiempo que empezó a fallar, no era alzheimer, pero sí el desgaste propio de la edad en sus neuronas. De repente se producían lagunas en su cerebro que sin más volvían a la absoluta claridad, aunque no recordara lo que había comido ayer, sin embargo en ocasiones era capaz de recordar sucesos de hacía más de 40 años. Pero ésta vez no. No sabía asociar. La canción, el nombre, titulo, la historia, su corazón acelerado. "¿Qué estaba ocurriendo?"
Aun así, insistió en su cometido, encontrar quién era aquella persona que sabía tanto del gran y único amor de su vida. Encendió el ordenador, estaba un tanto desfasado, porque ella ya no le daba el uso de antes. Seguía escribiendo cada día, pero aparte de eso, ahora solo consultaba alguna receta de cocina, buscaba algún libro que de repente encontraba anotado en alguna de sus libretas y no había llegado a comprar, contestaba algún correo y cosas así… Mientras se ponía en marcha, volvió a poner de nuevo el mismo tema. No pudo evitar evocar el momento más inocente y bello de aquél recuerdo, llegó así, de repente. Su primer abrazo.


"Por aquél entonces ella trabajaba para una pequeña empresa familiar. Se dedicaban a la restauración de muebles antiguos. Siempre fue habilidosa con las manos y por las cosas del azar, fue a parar allí hacía ya varios años.
Todos los días en su hora de comer se acercaba a un pequeño restaurante cercano al taller. Poseía una terraza interior muy tranquila. En verano era descubierta y durante los meses de invierno la cubrían con unas techumbres de cristal. La verdad es que era un lugar encantador. Ella tomaba allí cada día su menú, leía, o escribía en su pequeño cuaderno de color azul. Eran sus dos grandes pasiones.
Con sus propias manos había restaurado el mobiliario de estilo provenzal con el que estaba decorado aquél idílico jardín urbano. Solo había cinco mesas, de manera que los comensales, casi se podía decir que comían juntos bajo un naranjo, un limonero e infinidad de plantas aromáticas que los dueños plantaban para uso particular en su cocina. Tomillo, romero, cilantro, o lavanda eran algunas de las hierbas que creaban ese ambiente silvestre tan agradable.
Todo había florecido, la primavera estaba en su mayor esplendor y el ambiente se impregnaba de un penetrante aroma a vida".


Continuará....

domingo, 5 de julio de 2015

ROJO

https://www.youtube.com/watch?v=QMZReI2QrlQ


Una imagen suspendida como un cuadro en aquella pequeña habitación. Mirándome a los ojos. Intento descifrar qué se encuentra tras ella. Intenta traspasar mi pupila. Mi pupila marrón.
Puedo sentir como dibuja mi silueta, recorta el aire y desecha todo lo que le sobra. Primero me desnudará. Se deshará de cuanto le moleste para poderme ver bien con aquellos ojos que se ha sacado de sus órbitas. Y ante el fino cuero que ahora me envuelve, se recreará en el silencio de sus propias palabras. Haciendo cábalas extrañas entre mis manos y mi nariz, desde mis senos hasta mis pies.
Y aquellos ojos. Ellos.
Están ahora en mi sangre, siento cómo miran en mi interior. Es casi pornográfico. Pueden ver mis órganos y todo cuanto les rodea. Entraron por mi boca cuando intenté gritar. No salió sonido alguno, ellos acallaron mi voz de un solo trago. Suben, bajan, entran salen, me poseen tantas veces como les es posible. Buscan algo, yo lo sé y, ellos saben que conozco sus intenciones; también entraron en mi cerebro. En sus dos hemisferios.
Pero ese lugar que ellos anhelan, está vetado desde hace años. No hay llave mágica, no hay rendijas, ni existen bisagras por donde hacer palanca. Está blindado con acero traído de una estrella. De la segunda a la derecha. Y nada, ni nadie conseguirá jamás corromper ese acero.
Un corazón encerrado por voluntad propia dentro de una coraza indestructible. Parece muy típico, ¿verdad? Es posible. Pero no hay amargura, ni tristeza… Debajo de ese caparazón duro e infranqueable, existe el amor y la felicidad que lo mantiene vivo con cada uno de sus latidos. El primero, el segundo y todos lo que le siguen después.
He vomitado. Aquellos ojos. Ellos.
Levanto la vista y la imagen ha desaparecido.
Cojo del suelo mi ropa. Me visto. Salgo por la puerta de aquella habitación.
Una recepcionista tras un enorme mostrador me da un sobre. Lo abro. Hay una tarjeta de color rojo con letras negras, dice: “No apta”
Meto la tarjeta en el sobre y la señorita con una sonrisa aprendida y voz de locución electrónica, me desea un buen día.
Me marcho de allí. Dejo atrás el edificio gris y monstruoso de oficinas.
Camino rápido, mientras rompo en mil pedazos el sobre con su maldita tarjeta roja dentro y lanzo al aire esa lluvia liberadora.
Mi corazón acerado late, lo hace tan intensamente que se sale de mi pecho. Lo sujeto con mis manos y por un momento al tocarlo, siento como un chispazo la vida que lleva dentro.
Sonrío.
Lo sé.
Tengo un corazón de acero repleto de emociones y sentimientos. Me abrazo a mí misma y camino hacia el mañana.
Imagen de la película: "Noviembre dulce"