https://www.youtube.com/watch?v=2gsmZ-UZAA4
Ella no miraba la vida igual que los demás, ella tenía unas
gafas para ver la realidad. Con un cristal que brillaba y reflejaba la
esperanza. Grueso, para albergar el amor. Con montura de pasta, fuerte, igual que los deseos
que, enganchaba a sus orejas, como unos pendientes
de ilusión. No eran gafas de visión especial, sino espacial, porque siempre
miraba un poco más allá, a través de las estrellas y se adelantaba a su tiempo,
con actitud y pensamientos. Así atraía el corazón de muchas personas, porque
había ternura y frescura en los pasos que daba por este asfalto, a menudo gris
y opaco. Cada día se maquillaba, tan solo, con una sonrisa en los labios y se vestía
con trajes de optimismo que, ella cosía con su máquina de color verde a la luz
de un flexo plateado, con el sistema de corte Martí, jaboncillo, regla y metro
en sus manos. Siempre me he preguntado de dónde sacaba la energía, el humor
para enfrentarse a las vicisitudes y
disfrutar de la vida.
Un solo hijo parido de sus entrañas, un regalo del cielo, un angelito de ojos vivos
y pelo negro. Construyó a su alrededor, para que nunca se sintiera solo, una
familia numerosa, igual que una manada de lobos. Con un corazón que no le cabe
en el pecho, ese hijo leal, servicial, amigo de sus amigos, cortés y digno de confianza,
la amó y cuidó hasta lo imposible y quizá, más allá. Y por este camino que, a
menudo no fue fácil pero sí feliz, dijeron adiós a un padre y un marido que,
los amó hasta el final.
Me viste crecer, madrina, cuidaste de mí y me guardaste secretos; como dejarme
la bici de mi primo cuando él no estaba, qué importante me sentía; o intentar
convencer a mis padres para que me dejaran ir de campamento. Sé que me querías
como una madre, pues tu hijo era mi hermano, siempre lo será. Así lo educaste y
así nos mirabas cuando estábamos juntos.
Volverás a tomar el té con tus hermanas y hermano, calentito y con mucha
hierbabuena. Puedo oler el aroma del té
moruno, las galletas, y la música de fondo, tarareando y endulzando las
meriendas. Mi madre siempre sonreía cuando estaba contigo, es posible que se
contagiara, o quizá, tan solo, le encantaba compartir aquellos momentos con su
hermana Loli.
Una vez, por mi cumpleaños me dedicaste una canción, Un beso y una flor. Ya tenemos una que compartir tú y yo, además de
muchos recuerdos y todo el cariño.
Ahora ya has saltado el fuego de la ley, y lo has hecho como tú querías;
vestida de rojo, con la pañoleta celeste a tus pies y tus votos, deseos o
juramentos escritos y enrollados entre tus manos.
Te has marchado tranquila y en paz con el mundo. Descansa, es el momento. Yo te
recordaré así: Valiente y Feliz.
Tu promesa toma ahora el relevo.
Siempre lista.
Siempre listo.
Adiós, tita Loli, feliz regreso al hogar.
In memoriam +
Melilla, 21 de abril de 1940 Valencia, 25 de agosto de 2020