domingo, 18 de enero de 2015

MARINO DE TIERRA



BANDA SONORA
Tom Waits "Sea of Love"

Es lo primero que me llega cuando me aproximo al mar, su olor, su sabor y como la sal se adhiere a mi piel, dejando su perfume a la deriva en mi cuerpo.

Hace años que ya no salgo a navegar, tuve que cambiar mi velero por un puñado de tierra donde apoyar cada día mis cansados pies, un lugar en el que mis manos agrietadas ya no trabajasen tanto, dicen que tengo que descansar más y vivir más tranquilo.
Pero yo nunca he conseguido alejarme de él, siento como si mi vida caducara sin su presencia, y tengo que volver una y otra vez, para remojar mis pies en la orilla, para inundar mi alma de su sonido, de ese arrullo que llega desde el fondo, y contemplarlo sin medida, sin prisa; de cara al mar, siempre de cara, sintiendo la brisa en mi curtido rostro de marino. Cierro los ojos y puedo escuchar a lo lejos las embarcaciones que salieron temprano a faenar y regresan tocando sus sirenas, anunciando a los hombres y mujeres del puerto, que preparen los atavíos para hacerse con la carga, seguro que ha sido buena. Hoy la mar estaba viva, lo he sentido al saborearla desde la orilla.

En mi paseo, como cada día, me dirijo a los muelles, donde atracarán los barcos de pesca. Todos son conocidos para mí, con todos he salido alguna vez a la mar. Me saludan, les sonrío, ellos conocen mi pesar.
Pero mis pasos se dirigen hacia un velero que está amarrado, fondeado un poco más hacia delante. Una goleta de dos mástiles, con una línea tan bella como la mujer más hermosa que podáis imaginar. La contemplo durante largo tiempo y escucho la música del crujir de su barnizado y brillante casco, con una quilla que palpita a través del agua, y que todas las criaturas marinas pueden escuchar latir. Cada cabo, nervio o eslabón golpeando los mástiles de la embarcación, son notas musicales para mí, ese tintineo penetra en mi interior y compongo melodías con sabor a mar y, recuerdo a los delfines bailando alrededor de mi barco en una noche de luna llena, allá en alta mar, donde la tierra no es más que un punto imaginario en el horizonte pintado bajo el cielo. Estampa que viví cuando solo me importaba surcar el océano, navegar sintiendo esa música en mi interior, era mi vida. El amor hacia el gran azul puede llegar a obsesionarte, a enamorarte de tal manera que ya nunca más puedas ser capaz de volver a tierra. Pero yo tuve que hacerlo.
Aparejos, arboladuras, cabos, amarres, cables, velas, mástiles…lo repito continuamente, todos y cada uno de los utensilios o términos que han sido tan familiares para mí durante tantos años, los repito como una lección de escuela.

No puedo llevarme éste navío a casa, tampoco es posible atrapar la mar entre mis manos, pero sí puedo venir hasta aquí cada día para que ella no se olvide mí y a su vez yo pueda seguir sintiendo correr cada gota de mar por mis venas.

Mañana volveré, quizá no recuerde a qué vine hasta aquí, pero el olor a salitre, sé que me devolverá al lugar del que jamás debí marchar y que cuando ya no hayan recuerdos…volveré para quedarme.



Imagen propia realizada en el puerto de Valencia

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