martes, 31 de marzo de 2015
EL TRASPLANTE
Ábrelo. Es para ti.
Se ha manchado de sangre, lo siento, fue difícil atravesar la piel e introducir la fina seda por detrás de las costillas. Tuve que realizar los cortes pertinentes, pero quedó bonito el lazo sobre mi pecho, ¿no crees? Parece una enorme flor de color rojo anclada en mi piel, una condecoración por los cuidados que le dediqué durante todos estos años.
Lamento lo de las cicatrices, algunas aún están sin cerrar, pero por el camino hasta ti me encontré con los sentimientos y éstos lo vapulearon a base de bien. Sobre todo uno de ellos, un tal amor, que se ha dedicado a hacer estragos en cada una de sus cuatro cavidades sin contemplación alguna. En ocasiones tuvimos que ayudarnos mutuamente para sobrevivir. Hubo momentos incluso de paro cardíaco, en los que pensé que lo perdería para siempre, pero es fuerte y remontaba una y otra vez. Su deseo de vivir se ha manifestado en cada latido, agarrándose con fuerza a las arterias, al esternón, cualquier cosa a la que asirse significara no caer en el vacío de mis vísceras.
Cada vivencia está ahí, en su interior, respirando a través de sus válvulas, inundándose de vida en cada pulsación.
Deja que te cuente cuando lo coloques en el hueco que ahora hayas vacío; inclina un poco tu cabeza hacia el lado izquierdo de tu pecho y podrás escuchar la vida que aún queda en éste magullado y viejo corazón.
Después de todo ha sido hermoso.
Recojo lentamente del suelo mi piel, y los fragmentos de mí misma que se esparcen a mi alrededor. La pérdida de sangre me provoca un ligero sopor en el que me sumergiré despacio; un sueño dulce que calmará para siempre el dolor de cada batalla que he librado, dejando un campo arrasado por la intensidad de la belleza que encontré a lo largo de mi vida.
Disfrutarlo, ahora depende de ti.
* Imagen de la película "Meet Joe Black"
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