sábado, 13 de enero de 2024

DIEZ DÍAS

 



https://www.youtube.com/watch?v=pRx10vBNLTo


      Querida, mamá. Hoy es sábado. Te escribo al mediodía, desde mi casa, bajo un tierno rayo de sol que guía mis palabras. Ninguno de estos días pasa desapercibido para mí, desde el 9 de enero hasta el 19 todos llevan una carga, todos hablan de ti, de tu partida, de tu marcha, de tu pérdida, de cómo nos sentimos, de cómo me sentía, de ti, mamá. Diez días, solo diez.

Puedo recordar el día nueve, cuando me despedí de ti como cualquier otro sábado, pero que iba a ser, sin yo saberlo, la última vez que te vería. El diez, cuando me quedé en casa porque hacía mucho frío y tú estabas con mis hermanos. El día once, cuando durante todo el día en el trabajo tuve una tosecilla extraña. El doce, cuando no pude ir a trabajar porque no era capaz de levantarme de la cama y ahí ya sospechábamos que podría no tratarse de una simple gripe. El día trece cuando se te llevaron al hospital; fue entonces cuando cayó sobre todos nosotros el peso del terror como un tsunami. En el catorce, el miedo nos hizo un placaje por contacto directo y fuimos confinados en cuerpo y alma. El día quince lo recuerdo bien, me veo con mi hermano Emilio, después de haber movido mil y un hilos, haciendo cola, muy enferma y con fiebre bastante alta, en un improvisado ambulatorio de campaña para realizarnos las tan cotizadas entonces PCR. El dieciséis, directamente no está en mi memoria, no lo recuerdo en absoluto. En el día diecisiete, sí sé que tenía un dolor intenso en el costado al respirar y que me tenía muy asustada porque se hacía insufrible al toser, aún estaba dentro de los días críticos para poder  desarrollar algo más complejo. El dieciocho directamente  se convirtió en un dolor más intenso físico, pero también del alma. El diecinueve, en el diecinueve me dijeron a través de un RX de urgencia que en mis pulmones no había nada, pero, para entonces, tampoco lo había ya en mi corazón.

Te marchaste para siempre, mamá.
Vamos a hacer los tres años, solo tres desde que nos dejaste. Sé (y la verdad no me importa en absoluto) que para algunas personas ese “solo” es un “ya”. Cómo cambia la frase y su significado con una sola palabra, pero es que el tiempo y el dolor usan unos baremos distintos para cada alma, para cada corazón…y esto, esto solo te lo enseña la vida con un golpe tras otro.

Aprendes, sí, hay una gran enseñanza intrínseca en cada vivencia de este tipo, de esta magnitud. Pero no importa si lo integras o no, porque la vida, esa experiencia bella, hermosa y, a veces, cruel, te asaltará otra vez implacable con aquello que le venga en gana y te golpeará de nuevo en las costillas con un familiar, con una amiga, con la amiga de otra amiga, con un conocido…con personas que te importan; con dolores que no son ajenos y con los que tendrás que lidiar, con los que te acabarás dando cuenta de que el fuego no acaba que, puedes guardar puntos que canjear en la casilla del comodín para un viaje, una tarde de relax, una experiencia sensorial inimaginable y única, sí, todo eso es maravilloso y hay que disfrutarlo, “debemos” disfrutarlo, al igual que todo lo demás que esta experiencia humana nos otorga y nos regala tan solo por el hecho de estar vivos. Hay que ser agradecidos, eso es de bien nacidos; eso decías tú siempre, mamá, pero no seamos tan ingenuos, tan superficiales o hipócritas de pensar que todo va bien porque en la última analítica te salieron en rango las transaminasas después de una borrachera.

Una vez leí que la vida se asemeja al latido del corazón, sube, baja, se mueve, tal y como lo dibuja un electrocardiograma. Si la vida fuese plana, una linea recta, igual que ese pitido sordo y constante que todos sabemos reconocer, estaríamos muertos.

Así que agradece, vive, sí, pero no como los demás te digan o, como la sociedad te empuja a creer que debes hacerlo. Vive tal y como tú desees, sin hacer daño a nadie obvio, pero disfruta de lo que te dicta tu corazón, de aquello que te gusta y te hace feliz, de lo, y los, que tienes a tu lado, de ti misma o mismo, porque los amaneceres son gratis, pero los funerales cuestan dinero. Porque respirar es regalado y las bombas de oxigeno se cotizan muy alto. Porque la estancia en la tierra es un privilegio con fecha de caducidad que, llevamos escrita, con tinta invisible, allí donde no llega nuestra mirada.

La vida es bella, pero sobre todo lo es aquello que transcurre mientras ella sucede ante nuestros ojos, y no es que lo diga yo, en realidad, todos lo sabemos muy bien.

Mi vida ha cambiado desde que mi madre murió (aún me cuesta sacar esta palabra de entre mis dientes) y, aunque las oportunidades y las personas son las mismas, mi forma de dirigirme hacia ellas es muy distinta. Para mí el “solo” se ha convertido en un compañero doliente pero muy sanador y maestro que, no pienso forzar ante el “ya” en lo que se refiere a la linea temporal, se entienda o no. Se trata de unas reglas no escritas que existen desde el principio de los tiempos y, que ya va siendo hora de que alguien las haga, más tangibles, más reales y extirpe de una vez por todas el estigma que cae sobre el duelo y su duración. 


“La aflicción es un estado humano, no médico, y aunque haya píldoras que nos ayuden a olvidarla –y todo lo demás– no hay pastillas que la curen. Los afligidos no están deprimidos, están debidamente, justamente y matemáticamente tristes”  Julian Barnes. 


No estamos ensimismados, no nos regodeamos en el dolor, no estamos deprimidos, no somos masoquistas y mucho menos deseamos permanecer aquí. Somos dolientes en un viaje sin tiempo atravesando la tristeza. 




Imagen 📷 : Archivo personal

Música🎵 : Paul Weller - The Pebble And The Boy

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