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Hace unos años que, con cierta frecuencia, me dedico a la alfarería. Aprendí a modelar cuando la necesidad de crear algo que no existía llamó a mi corazón. Lo hago siempre que aparece el latido acelerado, deformando la simetría del compás sonoro que provoca la vida.
Hoy amanecí con la piel de mis manos teñida de ocre, con los restos aún húmedos de barro bajo mis uñas y el aroma petricor que desprende la tierra mojada. Durante la noche, entre el sueño y la vigilia, me acerqué al torno de las palabras para arrancarle al tiempo ese pedazo de ti que habita dentro de la arcilla. Te he modelado tantas veces que siento perenne tu forma en mis manos; me he convertido en una maestra barrera de tu cuerpo, de tu esencia. Algún día también yo seré barro, tierra, lluvia y viento. Entonces seremos el mismo mar, el mismo cielo bajo el que, hace tres décadas, inexpertos en este arte de crear, intentamos, repletos de amor, darle forma a nuestras vidas.
*En memoria de aquel día
Valencia 9 de junio de 2024
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