domingo, 5 de julio de 2015

ROJO

https://www.youtube.com/watch?v=QMZReI2QrlQ


Una imagen suspendida como un cuadro en aquella pequeña habitación. Mirándome a los ojos. Intento descifrar qué se encuentra tras ella. Intenta traspasar mi pupila. Mi pupila marrón.
Puedo sentir como dibuja mi silueta, recorta el aire y desecha todo lo que le sobra. Primero me desnudará. Se deshará de cuanto le moleste para poderme ver bien con aquellos ojos que se ha sacado de sus órbitas. Y ante el fino cuero que ahora me envuelve, se recreará en el silencio de sus propias palabras. Haciendo cábalas extrañas entre mis manos y mi nariz, desde mis senos hasta mis pies.
Y aquellos ojos. Ellos.
Están ahora en mi sangre, siento cómo miran en mi interior. Es casi pornográfico. Pueden ver mis órganos y todo cuanto les rodea. Entraron por mi boca cuando intenté gritar. No salió sonido alguno, ellos acallaron mi voz de un solo trago. Suben, bajan, entran salen, me poseen tantas veces como les es posible. Buscan algo, yo lo sé y, ellos saben que conozco sus intenciones; también entraron en mi cerebro. En sus dos hemisferios.
Pero ese lugar que ellos anhelan, está vetado desde hace años. No hay llave mágica, no hay rendijas, ni existen bisagras por donde hacer palanca. Está blindado con acero traído de una estrella. De la segunda a la derecha. Y nada, ni nadie conseguirá jamás corromper ese acero.
Un corazón encerrado por voluntad propia dentro de una coraza indestructible. Parece muy típico, ¿verdad? Es posible. Pero no hay amargura, ni tristeza… Debajo de ese caparazón duro e infranqueable, existe el amor y la felicidad que lo mantiene vivo con cada uno de sus latidos. El primero, el segundo y todos lo que le siguen después.
He vomitado. Aquellos ojos. Ellos.
Levanto la vista y la imagen ha desaparecido.
Cojo del suelo mi ropa. Me visto. Salgo por la puerta de aquella habitación.
Una recepcionista tras un enorme mostrador me da un sobre. Lo abro. Hay una tarjeta de color rojo con letras negras, dice: “No apta”
Meto la tarjeta en el sobre y la señorita con una sonrisa aprendida y voz de locución electrónica, me desea un buen día.
Me marcho de allí. Dejo atrás el edificio gris y monstruoso de oficinas.
Camino rápido, mientras rompo en mil pedazos el sobre con su maldita tarjeta roja dentro y lanzo al aire esa lluvia liberadora.
Mi corazón acerado late, lo hace tan intensamente que se sale de mi pecho. Lo sujeto con mis manos y por un momento al tocarlo, siento como un chispazo la vida que lleva dentro.
Sonrío.
Lo sé.
Tengo un corazón de acero repleto de emociones y sentimientos. Me abrazo a mí misma y camino hacia el mañana.
Imagen de la película: "Noviembre dulce"



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